sábado, 7 de junio de 2014

Soberanos y soberanía


La interminable dictadura franquista, el "gran vuelo" de Carrero Blanco, la tan cacareada ejemplaridad de la transición... La abdicación del Rey campechano, Felipe VI "el preparao", la refundación del régimen del 78.
En todos estos asuntos, ahora igual que antes, el gobierno de los EE.UU. protege sus intereses. Es decir, los intereses de las élites, de sus corporaciones, de su industria militar y de Wall Street.

En estos tiempos convulsos en que la soberanía y "el soberano" están en boca de todos (y no lo digo por nos hayamos dado masivamente al coñac), conviene no olvidar que el mando supremo de las fuerzas armadas lo ostenta el Rey. Conviene recordar la cesión de nuestra soberanía que pactaron Zapatero y Rajoy con la reforma constitucional que perpetraron en el verano del 2011.
Conviene mirar más allá de los patrioterismos vacuos y espurios, pues hoy por hoy nuestra soberanía reside en los acreedores de la deuda. Una deuda que en el año 2007 apenas superaba el 42% del PIB y que hoy, tras el rescate bancario y el austericidio neoliberal, ronda peligrosamente el 100% del PIB.
Del pago o auditoría de la deuda, en gran medida pende nuestro futuro, nuestra sanidad, educación, pensiones... Nuestro bienestar.


El punto de inflexión que supuso el 15M, el trastazo del bipartidismo, el crecimiento de la izquierda y la irrupción de Podemos, abren una grieta en el muro por donde entra un rayo de luz y esperanza. Ojalá seamos capaces de armar la soñada e imprescindible alternativa. No será fácil, ahora los del 1%, los de la casta, retoman la iniciativa y han movido ficha. ¡Y menuda ficha, oigan!

Maquillando la pétrea constitución, se conjurarán para salvaguardar sus privilegios y la pútrida esencia del régimen.
Como bien me recuerda mi querida Angels M Castells; "soberano es el pueblo (o povo é quem mais ordena), ¿o acaso pensamos seguir con el ¡Vivan las caenas!?"




«Anda la ciénaga soliviantada;
dicen los amos que es necesario
cambiar de rana.
Que ya no croa como croaba
y que no salta como saltaba,
y ya no ejerce la autoridad
con la exigencia del lamedal.
Dicen los amos que es necesario
-para el buen orden del lodazal-
las ancas de otro batracio,
con el talante del que se va.

Cambia la rana, cambia el croar,
no cambia el amo del cenagal.

Anda la ciénaga soliviantada;
de charca en charca, corre la voz.
"No quiero rana", dice el mosquito,
prefiero el sapo que elija yo.

Cambia la rana, cambia el croar,
no cambia el agua del almarjal,
y yo quisiera -es natural-
ser mosquito de manantial.

Croac, croac, croac, croac, croac,
canta la rana en su tremedal.»